La economía autónoma
Cuando tener empleo estable se ve difícil, muchos optan por trabajar como autónomo para obtener recursos de manera estable. Sin embargo, este tipo de empleo tiene un precio.
Estos últimos años todos hemos visto el surgir de tres ‘nuevos’ tipos de economía: la economía autónoma -conocida en inglés como ‘gig economy’-, la colaborativa, y la circular. Hoy hablamos de la primera.
La economía de autónomos: es fácil de ver lo que significa. Antes los que trabajaban este tipo de empleo temporal eran los jóvenes durante las vacaciones, cuando buscaban algo de dinero extra: limpiando piscinas, de camareros en las fiestas de navidad, trabajos de ‘catering’. Era el tipo de empleo para los que tenían tiempo libre y no buscaban trabajo estable.
Un cambio a peor
En los últimos 10 años la contratación indefinida donde el trabajador se ve forzado atrabajar como autónomo es un fenómeno alarmante. Las estadísticas recientes del Reino Unido indican que el 15% de todos los trabajadores en el país tienen contratos de cero horas: en EEUU el Departamento de Empleo no tiene las herramientas que puedan captar el número de autónomos. Sin embargo, hay estadísticas de grandes urbes que muestran que, por ejemplo, el número de contratistas en el sector de servicio de transporte (de personas y productos) se ha doblado. Y hablan solo del transporte.
Lo que los anuncios no explican es que, por ejemplo, cuando Uber decide bajar sus tarifas, lo hace sin consultar a los conductores y éstos son los que sufren el recorte de ingresos. Tampoco explican que si no tienes una tarifa (un cliente), y tienes el motor andando, no estás cobrando nada y el combustible es por tu cuenta. Si debes completar cierto número de tarifas al día, puedes tardar en hacerlo tres horas, o diez, dependiendo del lugar y la hora.
“Oportunidades de crecimiento”, una promesa falsa
Ese es otro supuesto atractivo de la economía autónoma. Muchas ofertas mencionan la posibilidad de convertirte en empleado/a fijo. Otras hablan de las oportunidades de avance/ascenso a través de la capacitación interna, que mejorarían las habilidades del contratista.
En el ámbito de las agencias temporales de empleo, estas oportunidades son reales. Pero no en el sector privado, donde los autónomos y empleados a cero horas son tratados de manera distinta y claramente desventajada: se demanda que aprendan trabajando, y los contratos nunca se materializan.
Contratos de cero horas
Durante mi investigación para este artículo leí, por ejemplo, las penosas declaraciones de una enfermera con contrato de cero horas en el sistema de salud pública europeo.
En este tipo de contratación, la empresa no garantiza que el contratista trabaje ni una sola hora por semana. Además, el contrato no tiene ningún beneficio:
- El empleado -autónomo- tiene que pagar sus propios impuestos;
- No tiene festivos pagados;
- No hay permisos por enfermedad; y
- No hay vacaciones pagadas.
Vamos, todo esto significa que si no trabajan, no cobran.
Si es tan malo ¿Por qué acceden los trabajadores a este tipo de contrato?
Porque necesitan algo de qué vivir y salir adelante. Lo harán a coste de su salud, presente y futura, ya que trabajan sin vacaciones ni días libres, y las oportunidades de ahorrar para el futuro con trabajos de este tipo son casi nulas.
Lo peor es que lo que consideramos el empleo normal va desapareciendo; la economía autónoma crece sin freno. Las pymes (pequeñas y medianas empresas) necesitan cumplir con sus clientes, y buscan alternativas para ahorrar y seguir a flote. Muchos recurren a los empleados temporales y con contratos de cero horas. El problema se multiplica cuando no son solo las empresas pequeñas y medianas que lo hacen por sobrevivir; es cuando las grandes empresas y las multinacionales lo convierten en parte de su modelo empresarial. Es la legalización del antiguo pagar bajo la mesa, y es a las expensas del empleado y del gobierno.
El gobierno
Las empresas pagan ciertos impuestos por cada empleado contratado que tienen: impuestos que se usan para proveer a la sociedad general de servicios básicos. Cuando estas empresas usan autónomos “independientes” para empleo de largo plazo, no pagan esos impuestos. Por lo tanto, la subida del número de autónomos ha causado que los gobiernos -sobre todo locales- se vean forzados a:
- Incrementar el impuesto a personas
- Recortar presupuestos de bien público
- Abolir servicios públicos que antes los ciudadanos daban por asumidos.
Algo similar ocurre a nivel nacional, donde el impacto específico es difícil de señalar. Sin embargo, solo hace falta mirar el número de países con crisis presupuestarias nacionales para ver que el problema es global. Se puede discutir que, a nivel nacional, hay muchos factores que llevan a la crisis. No obstante, según sube el número de autónomos de un país, menores son los ingresos en las arcas procedentes de las empresas. Las contribuciones de autónomos a las arcas nacionales siempre son menores que las de las empresas. Por eso, los presupuestos nacionales menguan cada vez más.
Hace falta un cambio
El patrón de la economía autónoma sin beneficios es de gran detrimento para la economía de un país. A largo plazo, cuando envejezcan, estos individuos que fueron autónomos necesitarán asistencia pública por la que apenas han pagado. Asimismo, cuando lleguen a la edad de jubilación sin ahorros ni pensiones, la pobreza aumentará de manera súbita.
Cada vez habrá una presión mayor sobre el sistema de beneficios sociales: es cierto que muchos gobiernos no tienen obligación de pagar pensiones a los que no hayan contribuido. Sin embargo, sí asumirán el coste del cuidado de un creciente número de gente sin ingresos. Eso es porque pasarán a depender del estado a través de otros programas de asistencia.
El futuro
Las soluciones para contrarrestar los efectos de la economía autónoma son difíciles. No obstante, todas ellas son factibles.
Por un lado, lo mejor que pueden hacer los autónomos es sindicarse. Es un proceso difícil, pero que ofrece la habilidad de negociar condiciones de empleo dignas para todos.
Además, los gobiernos pueden introducir provisiones de ingresos mínimos asegurados para todos los autónomos y temporales; sin embargo, una solución de este tipo sería en detrimento de las pymes, y llevaría a muchos trabajadores a la calle otra vez. Algunos países buscan las empresas de falsos autónomos y, con una combinación de multas y arreglos de pago de largo plazo, consiguen que contraten a sus plantillas.
En todo caso, las soluciones reales son las de siempre, las obvias: las grandes empresas deben pagar más impuestos. Para eso, deben quitarse esa obsesión de cumplir solo para con los accionistas, de exprimir cada dólar de cada resquicio posible; deben empezar a tener en cuenta las importancia de sus empleados.
Para los que piensen que esto es imposible: solo hace falta recordar los modelos económicos de antes de los 80. La economía autónoma solo ha estallado en los últimos 30 años. El modelo empresarial anterior proveía beneficios de largo plazo para empresas, trabajadores y la economía. Es en el siglo XXI que solo cuidan de sus accionistas y de los bonos anuales de sus ejecutivos.