La economía colaborativa
El artículo de hoy termina nuestra serie sobre las nuevas economías, y de esta todos habéis oído hablar: la economía de consumo colaborativo.
El consumo colaborativo se refiere a la habilidad de compartir servicios, productos, y objetos entre persona y persona a través de plataformas digitales diseñadas con este fin. Se parece un poco al sistema cooperativo en que existe un grupo de recursos y los que contribuyen al grupo tienen derecho a su uso cuando lo necesitan.
Hay plataformas colaborativas geniales: Os pongo algunos ejemplos:
- Union Taxi en Denver y PDX Taxi en Portland en Oregón. Estas dos compañías de taxis pertenecen a los conductores; igual que VTC, una compañía de taxis situada en París, y que fue creada por ex conductores de Uber que se cansaron de que la empresa jugara con los precios.
- Modo es otra empresa muy buena: te haces socio/a y con eso pagas solamente $4 a la hora por alquilar cualquier vehículo perteneciente a otro socio de Modo. Es una cooperativa vehicular que comenzó con dos autos, pero en la actualidad cuenta con 16,000 socios y más de 500 vehículos incluyendo autos, todoterrenos, furgones y autos deportivos.
- Con un sistema similar pero digital tenemos Stocksy, una plataforma compartida de fotografías de archivo sin derechos de autoría, en la cual los fotógrafos ponen sus imágenes y se convierten así en dueños, con lo cual pueden usar cualquier imagen. La idea es compartir y obtener beneficio de la habilidad de todos. Es una plataforma ingeniosa, justa y de muy alta calidad.
- Timefounder se halla en Barcelona y usa un sistema de canjeo de trabajo. La gente que sabe realizar ciertas labores ofrece su tiempo a cambio de otras labores que no saben realizar, o con las que necesitan ayuda. Los cínicos se pueden reír mucho, pero esta empresa lleva funcionando más de dos años con gran éxito.
- Nappi Naapuri es una App finesa que te permite a los finlandeses conocer y compartir experiencias con sus vecinos. El nombre significa Vecino Botón, y en ella cualquier usuario puede informar de qué está haciendo. Di que quieres salir a tomar un café, pero no a solas. Lo publicas en Nappi Naapuri, avisas de a qué café te diriges, e invitas a cualquiera a una tertulia. Lo mismo que si estás solo en casa con tu hija enferma, pero necesitas leche. Puedes preguntar si alguien en tu zona va al supermercado, y pedir el favor para que te traigan leche de vuelta. ¡Y funciona!
Más allá están otros tipos de plataformas en los que la gente se ofrece a trabajar por un Sistema de pagos que, si bien ya no es gratuito, son un buen ejemplo de compartir una habilidad por el beneficio de otros:
- DogVacay; una red de dueños de perros que te permite dejar a tu perro en casa de otra persona cuando te vas de vacaciones, y te cuidan al perro como si fuera suyo propio. Mucho más amistoso que un hotel de mascotas.
- RelayRides; donde puedes rentar el auto de un vecino, ya sea por hora o por día
- Liquid: como RelayRides, pero con bicis.
- TaskRabbit; en esta plataforma puedes contratar a alguien para que haga algo por ti, desde llevar un paquete o mueble, a arreglarte algo pequeño en casa, e incluso trabajo de oficina.
- Y para terminar menciono a Zaarly, que es del estilo de TaskRabbit, pero donde encuentras a gente que sabe hacer cosas muy específicas: cocineros, carpinteros, técnicos que arreglan móviles, etc.
A estas alturas me imagino que algunos os preguntáis por qué no menciono Uber y Airbnb.
Eso es porque ni Uber ni Airbnb se pueden definir como economía colaborativa. Para ser colaborativos los conductores de Uber deberían llevarte a tu punto de destino gratis, o por un donativo para combustible. En el momento que tienes algo y lo rentas, u ofreces proveer un servicio por el cual esperas compensación pecuniaria, no estás compartiendo; estás rentando o vendiendo, y lo único que las plataformas al estilo Uber o Airbnb hacen es juntar al proveedor con el que necesita un servicio, a cambio de una comisión.
Con esto no quiero decir que estas alternativas no sean buenas para el consumidor.
Comprendo que mucha gente utiliza Uber para ahorrar dinero, o que busquen alojamiento más asequible a través de Airbnb. Pero mucha gente no mira más allá del bolsillo propio, de los efectos que estas empresas tienen a largo plazo. Esos efectos no son nada positivos.
Ya mencioné en el artículo La Economía Autónoma que los conductores de Uber son en realidad contratistas sin ningún tipo de beneficio, que tienen que pagar sus propios impuestos, y que trabajan por hora hasta ganar lo que necesitan para so sostenimiento. En ese artículo expliqué el efecto negativo a largo plazo que estos sistemas contratistas tienen sobre la economía.
Airbnb y otras plataformas de arrendamiento de corto plazo también tienen repercusiones negativas sobre la economía, y es algo de lo que la gente debería estar informada. Comparemos un hostal, o un hotel, a un anfitrión de Airbnb. Los dos primeros tienen licencias empresariales, contratan empleados, y proveen servicios que anuncian en varios medios. Pagan los impuestos para los empleados, y pagan impuestos adicionales propios como empresa. Forman parte del listado oficial de alojamientos.
Los anfitriones de Airbnb no hacen nada de eso; no tienen licencias como empresas, y en general parece ser que no están informando al fisco de sus ingresos. Airbnb en EEUU, por ejemplo, no avisa al fisco estadounidense sobre un anfitrión a no ser que éste haya tenido 200 reservas en el periodo del año, o sus ingresos por reservas excedan los $20,000. Por debajo de estos límites el IRS no sabe nada, y son impuestos que no están recibiendo.
Pero la cosa no acaba ahí. Por cada habitación que un particular obtiene y use de Airbnb, una habitación de hostal u hotel queda vacía. Los hoteles necesitan visitantes para mantener al personal contratado, para pagar sus propios impuestos y, -obviamente- para mantenerse a flote. Si miramos la cantidad de alojamiento que Airbnb le está quitando a estos negocios, no debería sorprendernos que en muchas zonas el negocio de alojamiento se halle en crisis.
Además. En San Francisco, donde los precios inmobiliarios ya están por las nubes, el gobierno de la ciudad avisa que hay una inflación artificial adicional causada por propietarios que prefieren arrendar a través de Airbnb que rentar sus propiedades a largo plazo, y del problema de inversionistas que compran propiedades con la intención exclusiva de ser anfitriones de Airbnb o plataformas similares.
Y otra ruptura con lo establecido está viéndose en Londres con el tráfico. Uber, que en su día se auto promocionaba como la empresa que iba a reducir el número de autos en carretera juntando a conductores con gente que necesitaba ir a la ciudad, está incrementando el número de autos en el centro de la capital inglesa entre el 6% y el 10%, de acuerdo al gobierno de la ciudad. Seúl, otra gran urbe, ha prohibido Uber y todas las plataformas de ese estilo justamente por la misma razón.
Estas empresas que promocionan el servicio por lucro no pueden durar mucho. Si bien son beneficiosas para el bolsillo privado, sus repercusiones económicas de medio y largo plazo no pueden ser ignoradas, sobre todo si los gobiernos desean proteger a las empresas; si permiten que estas plataformas les quiten el servicio a las empresas existentes, contribuyen al descenso de ingresos en sus propias arcas, y al desempleo. No hace falta ser un genio para entender que cuando la recaudación a arcas mengüe, la recaudación proveniente de nuestros bolsillos va a subir (o nos van a retirar servicios públicos, lo cual tampoco es bueno). Sea como sea, el contribuyente acaba pagando el pato.
Los hay que defienden estas plataformas diciendo que, si fuesen ilegales sus servicios, estarían prohibidas. La triste realidad es que los sistemas legislativos sencillamente no están al día; por eso el día que empiecen a regular la contratación y la responsabilidad fiscal de estas empresas, veremos cómo irán despareciendo una a una. Con un poco de suerte las que sobrevivan serán las que siempre tuvieron la intención de colaborar y compartir por el bien común, y no por el bolsillo de unos pocos.